TaiChi y Chikung para la habitabilidad de nuestro espacio interior
Hoy en día se da cada vez más importancia a la habitabilidad de los edificios donde vivimos o donde trabajamos. Es ya indiscutible la influencia que tiene el confort de los espacios donde pasamos una gran cantidad de tiempo de nuestras vidas en nuestros estados de ánimo, salud, relaciones humanas, productividad y calidad de vida en general.

Aunque aparentemente el ejercicio resulta sencillo, llevarlo a la práctica con asiduidad no es tarea fácil. Sin duda habrá momentos tensos, a veces incluso parecerá que son difícilmente soportables, pero manteniendo una actitud atenta y lo más abierta, relajada y natural posible durante el proceso, podremos experimentar cambios casi de inmediato y en algún momento encontrarnos en un estado de calma, bienestar, comodidad y contento.
Todos estos aspectos de la psicomotricidad se pueden mejorar de una manera a veces directa y otras indirecta a través de la práctica del Tai Chi y el Chi Kung, ya sea en personas que por algún problema hayan visto afectada alguna o varias de sus capacidades psicomotrices, o bien en personas que solamente deseen mejorarlas. Al tratarse de una gimnasia modulada, de movimientos precisos y conscientes, se reducen mucho las probabilidades en las cuales una persona pueda verse completamente imposibilitada para realizar la mayoría de los ejercicios.
Pero, ¿le damos la misma importancia a la habitabilidad de nuestro espacio interior?
La respuesta en la mayoría de los casos es no. ¿Me estoy haciendo cargo de cuidar el espacio donde habitan mis emociones, mis sensaciones, mis pensamientos, mis sentimientos y mis percepciones?
Para saber si estamos haciéndonos cargo de nuestro espacio interior, tratemos de contestar a la siguiente pregunta: ¿Estoy completamente a gusto conmigo, en mí mismo?
Es probable que una respuesta rápida venga a nuestra mente: sí, o…, no sé, quizás no del todo, o…, depende. En ese caso, tal vez habría que revisar más a fondo estas respuestas, porque podrían ser las que hemos preparado para salir del paso sin profundizar mucho en nosotros mismos y así justificar esta carencia.
Escuchando nuestro cuerpo
Probablemente ya nos hemos dado cuenta que determinadas emociones y pensamientos pueden llegar a desplegar una amplia variedad de sensaciones en nuestro cuerpo, cubriendo un amplio espectro que puede ir desde lo muy desagradable hasta lo muy agradable, confortable o placentero. Pero ¿somos capaces en algún momento de presenciar con plenitud este despliegue de emociones y estados de ánimo que se presentan a diario dentro de nosotros?

O por el contrario, ¿hay territorios psico-emocionales dentro de nosotros que permanecen largo tiempo inexplorados?
Si nuestra respuesta es la segunda, probablemente ya nos hayamos dado cuenta también que, rechazar un determinado tipo de pensamientos o emociones que se nos presentan, no nos alejan demasiado de sentir sus repercusiones, ya sea a nivel físico, emocional o conductual. Y si no lo hemos hecho, valdría la pena realizar esta pequeña exploración y pronto nos daremos cuenta que muchas veces cuando queremos rechazar un pensamiento o emoción que nos resulta desagradable ya es demasiado tarde y se ha instalado en nosotros. El tiempo que se vayan a quedar esos pensamientos habitando y acompañándonos con todas sus repercusiones, va a depender de la fuerza con la que nos estemos oponiendo a sentirlos.
Muchas de estas emociones pueden proceder de creencias instaladas desde nuestro pasado, porque desde la educación que hayamos recibido pasando por la retroalimentación de nuestro entorno social, hayamos aprendido que las debíamos rechazar. Este juego de rechazo, atracción, sufrimiento, placer que forma parte de nuestro engranaje mental, muchas veces inconsciente, es el que nos mantiene anclados a situaciones que no deseamos vivir, pero que de alguna manera nos resulta imposible evitar.
Ante esta falta de costumbre, de familiaridad con lo que ocurre de la piel hacia dentro, solemos desarrollar mecanismos intelectuales para poder permitirnos durante largos años permanecer aparentemente fuera de estos espacios internos, que como son nuestros nos van a acompañar toda nuestra vida. Al no permitirnos acceder a ellos, nuestro espacio interior (nuestra casa) se va a estrechar, y probablemente crezca dentro nuestro una sensación de contar con espacios tóxicos que pueden salirse de control en cualquier momento.
TaiChi y Chikung para reaprender la escucha activa de nuestro cuerpo
La habilidad de escucharnos, de prestar atención dentro, probablemente no es una habilidad nueva para nosotros sino más bien olvidada o desentrenada. Por tanto si queremos volver a adquirir la capacidad de mantener una escucha consciente y activa que nos permita observarnos en mayor profundidad y actuar en consecuencia, debemos volver a incorporar el hábito de llevar nuestra atención hacia adentro y dirigir la intención desde el interior hacia el exterior. De esta manera los ejercicios de TaiChi o de ChiKung no se quedan solamente en un hecho anecdótico sin repercusión en nuestra vida diaria, sino que nos acompañan en todo momento hasta emanciparse como una nueva habilidad para movernos de una manera distinta en nuestras vidas.
El TaiChi y el ChiKung son disciplinas practicadas durante siglos con un gran potencial para desarrollar nuestro espacio interior, ya que a los ejercicios de respiración consciente y de soltar las tensiones innecesarias, se une el movimiento consciente, en el cual, con la atención hacia nuestro interior desarrollamos la concentración necesaria para poder permanecer largo tiempo observando todo lo que está sucediendo de la piel hacia adentro. Además el movimiento desde Dantien (interior) hacia las extremidades y resto del cuerpo (exterior), nos acerca de una manera cada vez más profunda y certera en lo que está pasando en todo nuestro espacio interno en cada momento.
Tal como la persona que regresa después de un tiempo a la casa donde alguna vez se sintió a gusto, cómoda, segura, tranquila, inspirada, amorosa y contenta se puede llegar a sentir alguien que vuelve a recuperar su espacio interior, el lugar desde donde partió su aventura y que forma (consciente o inconscientemente) el eje central de su vida actual.
Emprender el camino de regreso a casa
Aunque aparentemente el ejercicio resulta sencillo, llevarlo a la práctica con asiduidad no es tarea fácil. Sin duda habrá momentos tensos, a veces incluso parecerá que son difícilmente soportables, pero manteniendo una actitud atenta y lo más abierta, relajada y natural posible durante el proceso, podremos experimentar cambios casi de inmediato y en algún momento encontrarnos en un estado de calma, bienestar, comodidad y contento.
Cuando esto ocurra podremos darnos cuenta que nosotros no habremos hecho mucho para que este cambio súbito tenga lugar, salvo dejar que suceda. En este sentido una actitud adecuada durante todo el proceso de regreso a nosotros mismos, es aquella capaz de permitirnos surfear los cambios en nuestros circuitos internos sin cambiar demasiado nuestra estructura en relación con el aspecto externo de nuestras vidas: la familia, amistades, trabajo, relaciones cotidianas, etc., y así no provocarnos mayor inestabilidad que la generada por el proceso de cambio en sí.
En ocasiones culpamos a las experiencias externas, o a las personas vinculadas a ellas como las causantes de la mayoría de nuestros problemas y malestares, sin pararnos a observar que se repiten una y otra vez casi como si de una maldición se tratase incluso con distintas personas, precisamente porque no estamos buscando su causa en el lugar adecuado que es de nuestra piel hacia adentro.
Por otro lado, los mecanismos de autodefensa, focalizados en situaciones externas que vivimos día a día son en muchas ocasiones causantes de patologías y enfermedades relacionadas casi siempre con la falta de equilibrio entre las fases de tensión y relajación (Yin y yang) en nuestro organismo. Circulación sanguínea pobre, ralentizada por sostener tensiones en determinadas partes de nuestro cuerpo durante periodos de tiempo indeterminados, pueden llegar a provocar a la larga afectación en los órganos internos, que no reciben de manera constante el riego o la oxigenación que necesitan para cumplir satisfactoriamente sus funciones vitales. Y si los impactos emocionales son lo suficientemente altos en intensidad el daño puede llegar a ser incluso, inmediato y profundo.
La ansiedad generalizada provocada por estas situaciones, que al afectarnos se vuelven internas, nos perturba y repercute en el funcionamiento de todo nuestro circuito nervioso, afectando de formas variadas y casi siempre negativas a funciones de vital importancia, como el razonamiento, la digestión, el sueño, el descanso, la relajación, etc. Las situaciones de estrés sostenidas a lo largo del tiempo pueden desembocar además en todo tipo de problemas a distintos niveles: relaciones personales, afectivas, laborales, insatisfacción, depresión, cuadros psicóticos, y un largo etc.
La columna vertebral, el eje que sostiene nuestra vida
La columna vertebral es el eje que sostiene nuestro cuerpo en un sentido muy literal, pero también en un sentido más profundo es la que nos conecta con la vida. Conecta el cerebro con los órganos, los órganos entre sí, los impulsos nerviosos, las emociones, las sensaciones y todo ello se canaliza en gran medida a través de nuestra columna vertebral por lo que se hace vital para el confort de nuestro espacio interno mantenerla sana, libre de tensiones innecesarias, alineada y fortalecida.
Como si de un canal de riego principal se tratase para el jardín de nuestro cuerpo, debe mantenerse libre de obstáculos, nunca contraída largo tiempo, bloqueada o torcida si no deseamos que partes de nuestro jardín decaigan por falta de un riego de calidad.
TaiChi y Chikung y psicomotricidad
Aunque la psicomotricidad se conoce popularmente como la destreza o habilidad para mover las distintas partes del cuerpo, principalmente las extremidades, y su coordinación correcta para realizar movimientos complejos o tareas, como disciplina va mucho más allá y se puede aplicar en diferentes contextos, desde la etapa de la niñez a la de adultos mayores.
Entre los aspectos que engloba la psicomotricidad encontramos:
- Flexibilidad
- Resistencia Cardiovascular
- Control del tono muscular
- Equilibrio
- Función respiratoria
- Velocidad de reacción
- Coordinación de movimiento
- Atención, Memoria, Lenguaje
- Capacidad de aprendizaje
- Autonomía Personal
Todos estos aspectos de la psicomotricidad se pueden mejorar de una manera a veces directa y otras indirecta a través de la práctica del Tai Chi y el Chi Kung, ya sea en personas que por algún problema hayan visto afectada alguna o varias de sus capacidades psicomotrices, o bien en personas que solamente deseen mejorarlas. Al tratarse de una gimnasia modulada, de movimientos precisos y conscientes, se reducen mucho las probabilidades en las cuales una persona pueda verse completamente imposibilitada para realizar la mayoría de los ejercicios.
Conclusión
En definitiva, la falta de atención a nuestro cuerpo físico y psico-emocional a menudo nos priva de la capacidad de habitar plenamente nuestro espacio interior, y nos mantiene en una huida constante de nosotros mismos. Esta huida por lo general se dirige hacia el mundo exterior, buscando allí lo que solamente nos puede proporcionar de forma satisfactoria y duradera regresar de una manera armónica a nuestro espacio interno.
Una vez instalados cómodamente en él y gracias a la capacidad de estar presentes, en calma y en paz, podemos tener acceso a cualidades, que tal vez antes no veíamos y que se encuentran en prácticamente todos nosotros. Estados donde puede surgir la creatividad, los sentimientos más amables, más puros, más profundos, desde los que se puede llegar a experimentar un contento que no se sostiene por nada ni por nadie en concreto, sino que surge espontáneamente desde lo más profundo de nosotros mismos.